Por Diego Sponton
Que es un hombre. Que ese equipo tiene ventaja. Que dónde se va a cambiar. Que parece Rud Gullit. Que se le nota la nuez. Que se disfraza de mujer.
La noticia inundó las redes y se ahogó de hipocresía. Los sermones se trepan al zócalo y se disfrazan de barbarie cuando la superioridad arroja su pereza de pensamiento en los comentarios en twitter y en la preeminencia de los orientados hacia un sexo con mirada inquisidora. Por suerte el deporte no tiene género, como la estupidez.
¿Cuál es la ventaja de una trans, cumplir el sueño de jugar un deporte?
¿Cuál es la ventaja del club que contrata a una trans? Incluirla nada menos. Contenerla. Compartir una visión coherente con el mundo. Todo ganancia.
Quizás porque se sienta más segura dentro la cancha que en la casa, en la calle o en el curso O quizás porque conoció personas que jamás se hubiera cruzado de no haber sido por el fútbol. O simplemente para poder hacer las cosas que imaginaba.
¿Resulta indispensable contarle las costillas antes de entrar en el segundo tiempo?
¿No puede patear un tiro de esquina porque no responde a la orientación sexual de los que esperan el centro, de los espectadores, de los plateístas, de los árbitros, de sus rivales?
Cuántos de nosotros somos hinchas de un equipo repleto de varones y bien pagos que no consiguen darle un pase a un compañero y patear al arco en 90 minutos se transformó en una quimera. El desprecio por la pelota que demuestran domingo tras domingo pegándole de punta a la tribuna. Plateístas aplaudiendo un lateral como si fuera un sombrero de Housemann o una bicicleta de Garrincha.
Jugadores distinguidos e ídolos populares elevados a deidad inclusive, fueron indultados por el hincha a pesar de ser cazados por doping y masacrados en la prensa; diestros y ambidiestros contratados nuevamente a pesar de las denuncias de violencia de género; jugadores acusados de evasión fiscal pero no nos resulta obsceno gritar su gol abrazado al primero que se nos cruce en la tribuna o frente al televisor; profesionales perdonados por problemas con el alcohol pero no tenemos inconveniente en aplaudir su gambeta por derecha.
No les alcanza con el solo hecho de ver a un ser humano jugando a la pelota. Porque no es más que eso eh. Y además juega bien, parece que la rompe. Esa será la ventaja que tendrán las futbolistas de Villa San Carlos.
Que cuando se la tirás no te devuelve un ladrillo (como lo hace casi siempre un muchacho mediocampista de mi equipo favorito) que te la da redonda. Que cuando la lleva pegada al pie parece tener un alfiler bajo el mentón. Que cuando la baja con el empeine parece que le pega un tiro. Que parece que nació en un campito. Que juega a un toque y además ordena!
En definitiva la ventaja que tiene el club es que fichó una crack. Y que vale la pena pagar una entrada para verla. Mientras algunos renovamos la platea anual con la esperanza de ver a su equipo favorito de varones ganar un maldito partido de futbol.
Cuántos de nosotros seremos capaces de ser hinchas de un equipo de mujeres, bien pagas que consiguen patear al arco muchas veces a lo largo de 90 minutos? Que demuestren el respeto por la pelota partido tras partido acariciándola por arriba de la barrera o bomba al palo de la arquera a lo Larroquette. Plateístas aplaudiendo un caño como si fuera un sombrero de Maca Sánchez, una pisada de Banini o una bicicleta de Mara Gómez.
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