Hace un año, en Francia, además de un puñado de periodistas que fue detrás del sueño de cubrir un Mundial histórico, hubo también una fotoperiodista. Camila Ramenzoni vivió la Copa del Mundo casi desde el césped, a metros del arco donde Correa le atajó el penal a Parris, a metros del arco de los tres goles a Escocia. En exclusiva para La Diez, un fotorreportaje con su experiencia en Francia y la militancia por los derechos de las mujeres con cámara en la mano.
Texto y fotos Camila Ramenzoni
El túnel hacia el campo de juego es, algo así, como transitar distintos momentos de tu vida y saber que, en cada etapa, siempre estuvieron presentes esos sueños. Ser fotoperiodista es tener la responsabilidad de contar historias con imágenes. Lo digo algo así como: “Acá está lo que no ves” o “Acá está lo que no te quieren mostrar”. Los medios hegemónicos no quisieron apostar a una historia que siempre fue invisibilizada.
Hace un año, un grupo de comunicadores decidimos hacerlo visible, fuimos a Francia para cubrir a la Selección Argentina que volvió a jugar un Mundial tras 12 años de ausencia.
Muchas muñecas me acompañaron cuando era niña. No recibieron tanto uso como se estilaba en esa época. Con el tiempo se sintieron cómodas en un estante lleno de polvo, mientras llenaba algún álbum de figuritas o me sentaba al lado de mi papá a ver algún partido de fútbol.
Román, qué emoción verte llegar. Diego recibió un poema escrito por mí en su cumpleaños número algo. Fue mi primer poema. Qué sensación extraña escuchar a Mostaza. Se enojó y salimos campeones. Mis hermanas querían ir al Obelisco pero el estallido económico-social de 2001 lo impidió. A veces tenía reuniones con jugadores y más de una vez le declaré amor eterno a Román. Esos eran mis amigos invisibles y así me divertía.
En la secundaria las chicas debíamos elegir entre hockey y voley. Los varones fútbol o básquet. Siempre me llamó la atención por qué el fútbol estaba tan lejos de nosotras. ¿Por qué nos prestaban la pelota y no podía ser nuestra? ¿Por qué teníamos que pedir permiso para opinar sobre el superclásico?
Crecía y el fútbol siempre fue tema de conversación en la cena. Se escuchaba, de fondo, algún relato o algún análisis de anda saber qué partido. Crecía y sentía que no quería ser parte de las normas sociales impuestas. Crecía y apareció Marta. Cumplía años y un día me di cuenta que mis ídolos eran todos hombres. No sé qué número decía mi torta cuando comencé a soñar con un Mundial. Quería estar ahí. Dentro del campo de juego. No quería saltar y cantar sobre una butaca. Quería observar y contar. Tampoco sé qué número tenía la torta cuando comencé a soñar en nuestra libertad. En ser libres con nuestros cuerpos. De elegir qué queremos ser.
Aquel 10 de junio del año pasado los nervios y la ansiedad aumentaban mientras me miraba al espejo y veía como ponerme la credencial. Las baterías de las cámaras estaban cargadas pero, de todas formas, las revisé dos veces antes de salir. El departamento que alquilamos quedaba a seis cuadras del Parque de los Príncipes. Llegar al partido de un Mundial caminando por París se parecía a la sensación de ser feliz en las noches de verano. Esa noche, en el final de la primavera, la temperatura no nos lo hizo notar.
Lxs fotografxs caminábamos por un pasillo que rondaba los cien metros hasta desembocar en el campo de juego. Cada paso confirmaba esa libertad deseada. Cada paso me acercaba a un Mundial. El fotoperiodismo es una militancia. Es visibilizar otra realidad para llevar a otros ojos nuevas historias.
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